- ¿a que te dedicas?
- Guardo rayos
- ¿Cómo?
- Eso, guardo rayos. Dijo el sonriente con su boca llena de dientes.
- No entiendo. Nadie se dedica a guardar rayos. Dijo ella pidiendo más conversación.
- El, al ver que ella le escuchaba y no se iba pensando que era fruto de sus vaciles, se animó a seguir hablando.
- ¿Has visto las tormentas horribles llenas de lluvia y viento? ¿Como las de las películas? Pregunto con una sonrisa pícara.
- Sí, ¡claro! Dijo ella medió ilusionada.
- Pues olvidémoslas, esas no nos sirven.
- Ella torció su mueca a una sonrisa de saber que estaba siendo tomada el pelo.
- mis rayos los consigo cuando la gente ya no cree en nadie más. En nada más de hecho.
- Explícate.
- Las personas, en algún momento de su vida, dejan de creer en algo. Ya no tienen ningún sentido por lo el que levantarse cada mañana. También se crean cuando se ha perdido toda la esperanza, cuando tienes bastante claro que no hay nada que hacer. Un puñetazo en los morros por parte de la realidad en donde te das cuenta de que toda esperanza, por remota que fuese, se extingue. Ahí, en ese preciso momento, es cuando se crean los “rayos personales”.
El rostro de ella se fue serenando cada vez más hasta el punto de quedarse meditabunda mirando el infinito.
- Jo… eso es muy triste… ¿cómo son los “rayos personales”?
- Son lo más bonito que nadie vio jamás. No creo que haya algo parecido en el mundo… bueno si, solo una cosa.
- ¿¿el qué?? Preguntó ella exaltada.
- Tus ojos, eso sí que son lo más bonito del mundo. Dijo el mientras mantenía la sonrisa desde el principio.
- Ay… ¡que tonto eres! Dijo muerta de vergüenza y sonrojada por el piropo improvisado de nuestro amigo.
- Son de un color azul intenso que va desde el azul del pacifico en un día despejado hasta el azul casi negro de un día de tormenta en alta mar. Miles, millones de espigas de luz van y vienen generando pequeños torbellinos capaz de dejarte frito en un segundo si te tocan. Cuando los introduzco en el bote…
- ¿¡en el bote!? Casi gritó ella en mitad del bar.
- Shhhh… si bueno, en el bote, tarro, como quieras llamarlo.
- ¿Pero de qué está hecho eso para que resista tanta fuerza?
- Pues está hecho de un material especial- volvió a sonreír con sorna- es… mmmm…. ¿cómo explicarlo? Es de un material más duro que las decepciones. Más resistente que la necesidad de cuando no tienes nada. Bastante duro sí. Pero lo bueno es que es transparente, así no se pierde detalle.
- A ver listillo… ¿y cómo los recoges? ¿con un cazarayos?- dijo ella tratando de burlarse de él.
Era la tercera cita y el ambiente se había cambiado a una complicidad absoluta. Ella buscaba que le hiciese reír y él buscaba perderse en sus ojos. No podía para de mirar su sonrisa, y eso le hacía que sus bromas y sus gracias le saliesen mucho más natural. Llevaba enamorado de esa chica desde hacía varios meses. Cada vez que la veía se ponía tan nervioso que casi no podía articular palabra… y eso ella lo sabía. Lo sabía muy bien.
Lo había pasado tan mal desde hace tanto tiempo que no daba crédito de la situación. Todo fluía, todo se hilaba de manera casi mágica. Ella estaba esa noche tomando una copa con él por algo. Y eso era el que lo sabía.
- No es un cazarayos como tal, pero algo parecido. Es simplemente un bastón, también muy duro, que orientas del rayo hacia el bote. Todo este sistema de recogida tiene solo una pega.
- ¿Cuál es? ¿Que se te cae el pelo de las cejas? Apuntó de manera graciosa.
- Jaja, no, es que cada vez que recoges un “rayo personal”, toda esa electricidad que comento, te surca el cuerpo desde la cabeza a los pies, dejándote estupefacto, atravesado por el rayo. Solo con los años se termina sonriendo cada vez que coges uno…
- Bueno, dejemos los rayos por un momento. Dijo ella intentando volver a una conversación más sensata. ¿vienes mucho por este sitio? Es una pasada.
- Pues sí. Vengo cada vez que me intento ligar a alguien. Dijo el con descaro.
- ¡Oye! Jajaja veo que eres todo un peligro…
- Solo cuando me dejan, mientras tanto, me hago pasar por bueno.
- No vayas dándotelas de chico malo porque ya me han dicho que eres bastante buen chaval…
- ¿eso dicen? Será porque les presté dinero jeje…
- Tu departamento al menos dice eso, le he preguntado a varios y todos me han recomendado como el chico perfecto… pero obviamente no me fio.
Se había delatado, ¡había venido a mi departamento a preguntar por mí! Estaba ya todo cerrado y terminado, era cuestión de tiempo.
- Pues sí, soy así. Lo pasé muy mal hace años y desde entonces procuro ser muy buena persona…
- ¿procuras? Pregunto ella dejando claro que no se lo creía por su tono de voz.
- Si, lo consigo casi siempre. Es muy fácil ser buena persona. Con no hacer lo que no te gustaría que te hicieran, lo tienes casi todo hecho.
- Pero eso es muy fácil decirlo y muy difícil hacerlo…