veintiséis de junio | asu IV

Ese día aprendí a disfrutar del momento, a apreciar lo que tienes. ¿Qué tenía? Absolutamente nada. No tenía ni el control de la situación, si su atención, ni tampoco dinero. Nada de nada. Así que busque lo más interesante de ese momento: ella. Le escuché, daba mi opinión pero tampoco quería que me atendiese. Quería atenderla yo a ella. A sus manos, su pelo, sus labios… todo. Escrudiñé cualquier cosa que vieniese de ella. Y así se pasaron las horas, bebiendo y fijándome en sus labios. Cómo quería besarla…

Pagué con el dinero que no tenía y nos fuimos a mi moto. La acerqué a su coche y mentiría si digo que mi cabeza iba mucho más rápido de lo normal. Estaba pensando de qué manera iba a besarla pero mi cabeza sabía bien que era una batalla perdida. No era ni batalla ya que para serlo se tiene que librar y ni siquiera luchamos. Ni siquiera lo intenté.

Cuando llegamos a su coche me senté en mi moto y ella se puso de pie enfrente de mí. Nos abrazamos pero giraba la cara. Decía que se iba pero tampoco lo hacía. No me hacía cosquillas pero si dejaba que yo le hiciese a ella. Todo era mágico. Ahí es cuando la adrenalina fluye como una marea y apenas puedes pensar. Hacía frio, así que nos metimos en su coche y hablamos de nada y hablamos de todo.

– Bueno Javi, hora de irse.

– Vale, adiós.

Y la besé… la bese sin saber cómo me atreví a hacerlo. Aún hoy sigo sin saber por qué la bese. Ella me besaba tímidamente por lo que pensé que no se había quitado por respeto pero no. Ella también quería. Le cogí el cuello y la besé con todas las ganas que tenía dentro desde hace tanto. Le comí el cuello sin dejarle marca, sus pechos, sus labios, todo…

Quise hacerlo y ella me dijo que otro día. Y me fui. Me fui de fiesta con mis amigos a seguir bebiendo como cada fin de semana. Y durante la semana soñaba con ella. Es tan bonito cuando te ilusionas con alguien. Piensas qué es lo que le vas a decir, qué cara pondrá cuando se corra la primera vez, que no será en la primera noche porque eso es muy difícil. Hay que conocerse primero para poder hacer que la otra persona se corra. Piensas muchas cosas  cuando verdaderamente te gusta alguien y os estáis conociendo. Esos nervios, esas dudas estúpidas, todo es tan genial. Quieres conocerla para saber qué es lo que le gusta y poder ofrecérselo. Buscas que ella está a gusto con tu compañía y que se vaya con buen recuerdo para que quiera seguir viéndote otra vez. Todo es tan… tan como al principio de las cosas, crees que sabes algo y te das cuenta de que no tienes ni puta idea.

¿Cómo seguirá? Pues como sigue todo. Sin saber nada aunque esta vez ya se lo que ha pasado.

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