Ella tiene la belleza. Y lo sabe. Y tú estás jodido. Y ella también lo sabe. No hay nada que hacer ante eso. Ante su infinito poder. No tienes armas, no tienes auxilio, no tienes nada. Esperar bebiendo cerveza hasta que las cosas se pongan mejor. O mejor aún, hasta que otra con el mismo poder o incluso más venga a hacerte añicos. Tú esperarás fielmente. Dejarás que te haga lo que quiera. Y ante más desprecios, más espera. Nunca huirás y siempre esperarás. Hasta que su pena de muerte caiga sobre ti. Sobre tu cruz, que no es otra que ella.
Es curioso cómo nos pueden matar incluso sin hablar con nosotros. Nos volvemos locos solo pensando en todo lo que nos pueden hacer y ni si quieran lo hacen. Creamos nuestras propias historias en torno a sus perfectas torturas cuando ni siquiera saben quién somos. Es asombroso como podemos llegar a fantasear por alguien que apenas nos conoce. Con alguien que raramente nos ha hablado. Pero nosotros creemos que tenemos posibilidades. Creemos que podemos llegar a coronar la cúspide de esa montaña cuando ni siquiera hay montaña.
Lo único que recuerdo es no podía creer que viniese, y cuando llegó, huí.