veintidós de febrero vacíos

Mi dormitorio no tiene nada. Y es por eso que me gusta. Está vacío. Como yo. Como mi alma. Antes creía que tenía bastante. Que era alguien. Pero das con tus huesos en el frio asfalto y te das cuenta de lo que verdaderamente eres. Nada. Tu manera de pensar apesta. Tus ideas no son ni tuyas. Tienes lo que todos y haces lo que los demás. Pero hay  momentos en los que te sientes diferente. Mejor que alguien. No siendo el último de la fila. Luego ves tus bolsillos vacíos y vuelves a darte cuenta de que eres como el que tienes al lado. Zombis sin agallas que solo saben solucionar problemas. Y ni siquiera esos problemas son tuyos. Son problemas corporativos. Los tuyos no sabes ni plantearlos. Mucho menos resolverlos.

“Aquella chica se fue, después de todo, nunca estuvo. Supongo que tendré que llorar su perdida”

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