catorce de febrero san valentine

 

Llevo queriendo empezar un blog desde hace mucho, pero siempre hay alguna excusa barata.

Supongo que es el día indicado ya que es 14 de febrero: San Valentín. El día del amor.  Y exacto, no puedo estar más solo.

Ayer se me rompió el iPhone y me he quedado por segunda vez desde que estoy en Madrid sin contactos. La primera vez me afectó bastante, no tenía el número de nadie, no podía ponerme en contacto con ningún amigo, etc. Pero esta vez es distinto, esta vez me come la polla. Después de ver quien me llamó la primera vez que lo perdí, nadie, me da bastante igual. Es más, lo prefiero. Si no quedo con la gente es porque no tengo sus números, un pretexto que enmascara la realidad. Esta sensación de estar incomunicado es bastante placentera ya que te sientes excluido de todo y de todos, en tu retiro personal, tus palabras y tú.

Mi querido san Valentín, un día tan hermoso como hoy y mis únicas aspiraciones son que no se me queme el pescado al horno para hacerme los tuper de toda la puta semana y la lavadora, que le dé tiempo a terminar para cambiar las sabanas. No es que vaya a venir nadie esta semana a dormir, está claro, es que ya estaban tan sucias que me daban los buenos días.

Es curioso lo patético que se puede ver tu vida desde fuera. Pocos amigos, menos aspiraciones y por supuesto, ninguna mujer en meses. Pero para mí, todo es perfecto. Siempre o casi siempre estoy triste, pero es una tristeza amada, como le llamo yo. Me gusta estar solo, no tienes que aguantar a putos croquetos mentales que no comparten nada de lo que tú piensas o haces. Las mujeres, sinónimo de problemas. Pero siendo honesto, a todo el mundo le gusta pasar una noche con alguien. Una de las buenas. El problema llega a la mañana siguiente, cuando amanece. Y sí. Ella sigue ahí. A tu lado. ¿Dónde se fue el maquillaje? Nadie lo sabe. ¿De dónde viene ese hedor? De su boca ¿Por qué? Algún animal debió meterse anoche en su boca y murió mientras dormía. Ahora tú has de luchar contra eso. El primero beso matutino con aliento de dragón, esa transformación de cara, y el no saber cómo decirle que se vaya a su casa con su puta madre.

Prefiero quedarme sin follar con tal de no ver a su puta con cara de mapache. Las paredes siempre serán nuestras testigos pero juraron no hablar nunca… por muchos años que pasasen.

 

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